Quienes perdieron su camisa en el derrumbamiento de las puntocoms parecen no haber aprendido nada. Los capitalistas de riesgo están metiendo hoy mucho dinero en empresas especializadas en WiFi, la tecnología de comunicación inalámbrica, aun cuando ningún modelo económico sólido ha sido encontrado. El hecho es particularmente claro en el caso de quienes le apuestan a los hotspots o puntos de acceso públicos a los cuales basta con acercar un aparato debidamente equipado para conectarse a la internet. Starbucks, por ejemplo le pidió a la empresa T-Mobile que equipará más de 2000 de sus cafés en EEUU con un éxito limitado ya que la conexión cuesta 6 dólares por hora mientras, no muy lejos, los puntos de acceso gratis ofrecidos tanto por activistas como por hombres de negocios, se multiplican.

San Francisco, 15.jul.03

WiFi es básicamente una tecnología barata que se impuso inicialmente afuera de las redes comerciales. Después de instalarla en la sede de algunas empresas informáticas de Silicon Valley, grupos de tecnófilos empezaron a equipar su casa y luego su vecindad. Su éxito se explica en parte por el hecho que permite compartir con los vecinos una línea de alta velocidad para acceder a la red. Posteriormente, los Freenetworks (redes libres y gratuitas) se constituyeron para instalar puntos de acceso de manera sistemática y cubrir así ciudades enteras.

Los promotores de la gratuidad disponen de argumentos sólidos. «Las presiones para tener puntos de acceso gratis provienen de muchas direcciones» nos explicó Tim Pozar, promotor del movimiento en la región de San Francisco. Además del costo de la suscripción y del hecho, ya mencionado la semana pasada, que los usuarios tienen que suscribirse a varios servicios dado que ninguno tiene una cobertura amplia, «las tiendas están empezando a instalar puntos de acceso gratis. Los cafés descubren que permite vender más cafeína,» agrega Pozar.

El ejemplo que más llama la atención es probablemente el Café Herkimer, en la misma Seattle, ciudad de Starbucks. La gratuidad en este caso no es asunto de militantes. Es concebida como un modelo económico competitivo. De hecho, el servicio se paga con la clientela que atrae. Algunos estudios muestran que en un café, por ejemplo, 0.5% adicional en ventas paga por una instalación estimada en unos cientos de dólares y por la factura mensual de acceso (varía entre 40 y 80 dólares). Un hotel mediano necesita una instalación más costosa, la cual puede ser cubierta en aproximadamente un año.

Los servicios públicos participan. Ciudades enteras, como Long Beach en California, decidieron ofrecer una cobertura completa de puntos de acceso gratuitos para atraer a más visitantes.

Piensan que el servicio WiFi es parte de los gastos de operación y que lo pagan los clientes adicionales que atrae. La experiencia muestra que en los cafés, quienes usan WiFi tienden a venir en horas de menor afluencia. Para hoteles y ciudades es un factor que atrae a los grupos que organizan conferencias o convenciones.

La gratuidad aparece así como un auténtico modelo económico. Los usuarios no pagan para conectarse, pero el servicio está incluido en una oferta diversificada y se vuelve factor de atracción, o como dicen en la jerga de los negocios «un diferenciador».

Todavía hay lugar para puntos de acceso pagos estima Pozar. «Ciertas zonas tales como el interior de edificios públicos son difíciles de equipar con puntos de acceso gratis» explica. «Los aeropuertos son candidatos de primera para firmar contratos exclusivos con una empresa de puntos de acceso.»
Pero Pozar está convencido que el ofrecimiento de servicio gratuito por comunidades, comerciantes y ciudades «de cierta manera mata el modelo económico de algunas de esas empresas.»

Llegamos así a la aparente paradoja de una posible crisis de quienes invierten demasiado en una tecnología que conoce un enorme éxito y tasas de adopción excepcionales. Después de la crisis de las puntocoms, la historia de la tecnología también parece estar tartamudeando.

Tim Pozar
Bay área Wireless Users Group, grupo de usuarios inalámbrios de la región de la bahía (de San Francisco)

J’enquête, je suis et j’analyse les technologies de l’information et de la communication depuis la préhistoire (1994). Piqué par la curiosité et l’envie de comprendre ce que je sentais important,...