Sería simple si fuese cierto pero, contrariamente a lo que queremos creer, no hay una relación automática entre ecosistema innovador y ciudad inteligente. Una ciudad puede albergar una fuerte comunidad de innovadores sin que contribuyan a mejorar sus servicios. Al contrario, un municipio innovador puede no contar con un ecosistema tecnológicamente hiper desarrollado. Pero, todo el mundo gana cuando se desarrollan ambos. · Un estudio reciente realizado en Estados Unidos muestra que las ciudades donde se encuentran más innovaciones urbanas son aquellas donde pueden establecerse mejores relaciones entre startups (independientemente de su ámbito) y actores cívicos.
· La primera tarea entonces, es poner fin a los prejuicios de los funcionarios municipales que desconfían de las TIC, así como de los geeks y los emprendedores que ignoran lo que sus innovaciones pueden aportar a las comunidades locales.
En este contexto se constata el emerger de un sector de startups especializadas en las tecnologías urbanas (urbantech).
· Las más evidentes nos permiten reducir el consumo de energía o nos ayudan a desplazarnos de una forma más eficiente. Estas proliferan por todo el mundo.
· Es muy revelador que estén llegando los financieros. Por ejemplo: un fondo de inversión especializado en este sector está siendo creado en Miami.
· La ciudad de Nueva York, por su parte, trata de orientar una parte de sus sistema innovador – uno de los más grandes de Estados Unidos – a la creación de startups de tecnologías urbanas.
No todo el mundo tiene los recursos de la gran manzana, la cuestión es saber qué puede hacer una ciudad en este sentido. La paradoja está en que esto no pasa generalmente por una iniciativa pública, aunque algún municipio pueda contribuir seriamente. · Según un informe de la fundación Kauffman, los criterios clave que permiten medir si funciona son: la densidad de nuevas empresas; la fluidez de los movimientos de población y la diversidad de los sectores de actividad (como en la población).
· La clase creativa (que engloba también a los profesores, los abogados, los diseñadores o los geeks, entre otros) juega un rol importante. Pero la creatividad es tan grande que se apoya en las actividades tradicionales (de tipo industrial) que complementan a las de los innovadores.
En sus líneas de trabajo Heidy van Beurden, dinamizadora del site «SmartCities in Europe» (Ciudades inteligentes en Europa) apunta 3 reflexiones: todas las personas involucradas – incluyendo ciudadanos – deben participar desde el principio; la comunicación pasa más por un intercambio fluido entre pares que por una comunicación de arriba hacia abajo. Por último, cuando uno se lanza a la novedad, es recomendable no olvidar los programas existentes.
Conectar lo que tenemos y lo que queremos hacer permite a menudo ganar tiempo y dinero. Esto también significa que la transición digital de los territorios se puede hacer más suavemente de lo que algunos creen.
Este artículo ha sido publicado por i.ambiente el 29 de julio del 2015.