El sábado 3 de abril centenares de tecnófilos trajeron sus computadoras al gimnasio de la Universidad de San Francisco (USF) con la esperanza de crear, por unas horas, una de las 500 supercomputadoras más potentes del mundo. No lo lograron pero han demostrado algo acaso más profundo.
San Francisco, California, 4.abr.04
La originalidad de la aventura consistía a poner a trabajar computadoras heteróclitas reunidas de manera temporaria. De ahí la idea de bautizar el evento «FlashMob Supercomputing» o «FlashMob 1» en referencia a un fenómeno artístico de moda el año pasado [Ciberpaís 4.sep.03]. «Se trataba de la reunión espontánea de gente para realizar una actividad única antes de dispersarse,» nos recordó Gregory Benson, profesor asistente de ciencias de la computación en USF. «Es exactamente lo que estamos haciendo.»
Cualquiera podía participar a condición de traer una máquina con un microprocesador de no menos de 1,3 Ghz, 256 Mb de RAM y un lector de CD. Algunos vinieron de lejos.
«Pedí prestado el carro de mis papás» nos contó Travis Dent de 18 años. Estudia en una pequeña universidad cerca de Los Ángeles à más de 600 Km. de aqui. «Lo cargué con un laptop y dos de mis computadoras y andando.» Financió el viaje y el hotel con sus ahoros.
En el gimnasio cubierto, decenas de mesas cargaban laptops, computadoras de oficinas y servidores con las tripas al aire. Lo más notable eran consolas tamaño refrigerador de las cuales salían decenas de cables para conectar todas las máquinas. En total 669 participaron del experimento.
Hasta ese día había dos maneras de hacer una supercomputadora o algo equivalente. En la tradicional, reúnen unidades idénticas en un mismo espacio y las ponen a trabajar en paralelo sobre una misma operación. La campeona es Earth Simulator, una supercomputadora japonesa de 5120 procesadores que alcanza 35,000 gigaflops (miles de millones de operaciones matemáticas por segundo). Costó 400 millones de dólares. El año pasado el Politécnico de Virginia causó sensación al reunir 1100 Macintoshs G5 comerciales para alcanzar 10,000 gigaflops. Costó 5 millones de dólares.
La otra solución consiste en poner a trabajar, gracias a la internet, máquinas dispersas aprovechándose de sus momentos ociosos. Es lo que hace el programa SETI@home en busca de vida extra terrestre. Cada máquina realiza sus cálculos sin comunicar con las demás. [Ciberpaís, 8.may.03]
FlashMob I abre una tercera vía al poner a trabajar en una red local (LAN) máquinas disparejas que pueden interactuar constantemente por un costo mínimo: «aproximadamente 30,000 dólares» según nos confió Tristan Needham, vice decano para las ciencias de USF. La idea nació durante una clase dada este año por John Witchel, estudiante de maestría de Benson. Se dieron cinco semanas para llevarla a cabo.
Grabado sobre un CD-Rom, el programa escrito en base Linux utiliza la potencia de cada máquina sin tocar al disco duro. Permite no afectar el contenido de las computadoras prestadas y preservar el experimento de cualquier virus.
FlashMob 1 (habrá otros) no logró su cometido. Con 256 máquinas alcanzó 180 gigaflops, una tercera parte de lo necesario para figurar en el hit parade de las supercomputadoras. Benson atribuye el fracaso relativo «a la complejidad que implica poner a trabajar juntas tantos tipos de computadoras diferentes.»
No se manifestó decepción. «Demostramos que el programa funciona,» nos explicó Needham. Está disponible en líñea y la operación puede ser repetida en cualquier lugar a cualquier escala.
«Queremos democratizar a las supercomputadoras» anda diciendo John Witchel. Sueña con que los participantes en una marcha contra el SIDA, le dejen sus máquinas mientras van a la manifestación para que las ponga a probar qué tipo de medícina podría ser útil contra la pandemia.
Además de la proeza técnica, FlashMob 1 tiene un alcance político. Al bajar los costos «cambia el problema del control de las supercomputadoras» tradicionalmente propiedad de gobiernos y corporaciones, explica Witchel. Lo más difícil es la dimensión social. Pueden coordinar computadoras disparejas y poner la supercomputación al alcance de todos. No resulta tán facil conseguir que la gente participe. Ni en San Francisco.