En materia de ciudades inteligentes, Masdar, Songdo o PanIT –tres ejemplos citados al azar– no significan prácticamente nada. Todavía son más intención que realidad, y su tamaño lleva a pensar más en un experimento de laboratorio que en una ciudad real del mundo de hoy. Esta es la razón por la cual decidí realizar una seria evaluación de la Ciudad de México, la más antigua del continente americano (1325 DC) y una de las más grandes del mundo (9.000.000 de habitantes que asciende a 22 millones –si se suma la zona conurbada).
Ahí descubrí un cúmulo de hermosas intenciones en términos de participación, como en Lab al que me referi en la nota anterior. A la apuesta por la infraestructura, el equipo de Miguel Ángel Mancera –jefe del gobierno capitalino– parece inclinarse por la de la participación ciudadana. Pero sin recursos.
La intención es magnífica… pero insuficiente. De ahí la pregunta: ¿Qué hace la Ciudad de México en términos de infraestructura informática para volverse «inteligente»?
«Es exactamente la misma pregunta que me plantee cuando llegué a este puesto», me dijo Marco Antonio Quiroz, quien ocupa oficialmente el cargo de Director General de Gobernabilidad de Tecnologías de la Información y Comunicaciones. En inglés equivaldría al CTO, el director de la tecnología.
«Tuvimos que empezar por un diagnóstico de lo que existe y luego planear una estrategia que permita transitar de una ciudad normal, con su excepcional complejidad, a una ciudad inteligente», prosiguió.
Para ello, Quiroz y su equipo comenzaron por crear un marco normativo aplicable a todos los proyectos tecnológicos de las múltiples dependencias del gobierno de la ciudad: Modelo estratégico interinstitucional de las TICS (MEITIC en español). Tarea titánica en una ciudad que cuenta con 200 mil empleados en su gobierno, repartidos en más de 100 oficinas (entre secretarías, delegaciones y direcciones) más o menos autónomas. Y formaron un comité integrado por todos los responsables de las TIC. Es de gobernabilidad, pues, de lo que trata esta primera etapa.
Ya se materializan los primeros proyectos concretos en los que se pide a cada dependencia adoptar criterios comunes que permitan medir y evaluar resultados. Los sectores privilegiados son salud, educación, seguridad, justicia y finanzas. Todo con base en el modelo de ciudad abierta siguiendo la política de «open data».
Segunda etapa: «Nos inspiramos en Barcelona, Singapur, Honolulu y Hanover, pero queremos desarrollar un modelo que corresponda a las necesidades de los habitantes del Distrito Federal (nombre oficial de la capital del país)», me explicó Quiroz. El proyecto será sometido –mediante diferentes mecanismos– a la consideración de los ciudadanos, las empresas, las universidades, etcétera.
Queda por cuestionar la infraestructura tecnológica.
El sistema más desarrollado (creado en administraciones anteriores) es el de la medición de los índices de contaminación, que debe mejorarse. En términos de seguridad (@ciudad_segura), la ciudad cuenta con 7.000 cámaras públicas, planea instalar 8.000 nuevas y centralizar la información captada.
Pero nadie hoy en día parece tener una visión en tiempo real del estado del tráfico y el transporte. Waze y cuentas Twitter cómo @traficodf, @cerotrafico ofrecen informaciones puntuales, pero, a pesar de la ayuda que brindan a los automovilistas, la visión global que permite tomar decisiones cuando hace falta no parece existir. O por lo menos no he podido detectar quién la tiene ni alguien que me indicara quién pudiera tenerla, lo cual ilustra la complejidad del asunto en esta ciudad.
En cuanto a la propuesta de grandes empresas como IBM o Cisco, «tienen una visión interesante desde el punto de vista de la infraestructura», dice Quiroz . «Pero nuestra plataforma es extremadamente heterogénea. Lo que buscamos, en primer lugar, es la interoperabilidad, la capacidad de comunicar los sistemas existentes y muy diferentes entre sí.»
Es entonces de racionalización de lo que hoy se trata. Un esfuerzo considerable que Quiroz y su equipo (de 35 personas) abordan con «un poco de dinero». Su homólogo en Buenos Aires, dice, dispone de 800 personas para una ciudad cuya población es menos de un tercio de la del DF.
Así es como se encuentra la problemática de las «ciudades inteligentes» en la Ciudad de México. A pesar de su tamaño excepcional y de lo que puede semejar un retraso en el discurso dominante, me parece bastante cercana a los verdaderos problemas que afrontan la mayoría de las ciudades de hoy.