Las “leyes” que supuestamente rigen la internet realmente tienen de qué hacernos sonreír. No obstante, también tienen la ventaja de ayudarnos a comprender ciertos fenómenos. La más conocida, la ley de Moore (el número de tranistores que se puede pegar en un microprocesador duplica cada nos años), nos ayuda a entender porqué en la actualidad uno encuentra microprocesadores hasta en las cerraduras de las puertas de los hoteles. La ley más reciente, la de Reed, nos ayuda a formarnos una idea de la revolución que se está fraguando, cuando el acceso a la red está pasando del computador a los teléfonos celulares, es decir, a un número mucho más grande de usuarios.

San Francisco, California, 15.dic.02

Bob Metcalfe ha demostrado que en un conjunto de nodos organizados de tal manera que cada uno de los puntos puede hablar con todos los demás (como ocurre con el teléfono o la internet), el valor de la red es proporcional al cuadrado del número de puntos conectados. Cuando uno conecta dos redes, el valor del conjunto es mayor que la suma del valor de cada uno de estas redes tomadas independientemente. De ahí el éxito del internet, “la red de redes”.

Las redes que permiten la formación de grupos

La ley de Moore data de 1965, y la de Metcalfe de 1980. Desde entonces, las redes tecnológicas y las computadoras se han prácticamente convertido en un fenómeno de masas (en ciertas regiones, en todo caso). Formulada en 1999 la “Ley de Reed” añade una dimensión humana a la tecnológica. “Las redes que permiten la formación de grupos de comunicación crean un valor que aumenta exponencialmente con el crecimiento del tamaño de la red, es decir, mucho más rápido que la ley al cuadrado de Metcalfe. He escogido llamar a tales redes Redes para la Formación de Grupos, o GFN (por su sigla en inglés)”.

En una entrevista realizada por e-mail, David Reed, un empresario y consultor que ha trabajado para Lotus y ha enseñado en el Massachussets Institute of Technology, nos explica que su ley y la de Metcalfe “son leyes expandibles que muestran cómo una red crea valor para sus usuarios”. Este valor es conocido como el de la “conectividad potencial”, es decir, “el número de opciones que un participante en la red puede escoger (para afiliarse a los grupos) en una arquitectura particular”.

Para los usuarios, esto quiere decir que aquello que es importante en las redes a las que ellos se conectan cambia de acuerdo a su tamaño. Reed explica en uno de sus artículos que en materia de televisión, “el contenido es rey”: lo que atrae al televidente es lo que dicen periodistas y productores de programas. Por el contrario, las transacciones son la parte fundamental allí “donde manda la Ley de Metcalfe. Aquello que se tranza en las transacciones (ya sea un e-mail o un correo de voz, dinero, acciones, servicios o lo que sea) manda”. Es como el internet en sus comienzos.

Todo cambia cuando la red crece

Todo cambia cuando la red crece todavía más y le añadimos la dimensión humana: “las actividades para la formación de grupos dominan el valor creado por la red para sus usuarios, el cual es un valor que ellos pagan con su tiempo/atención y dinero”, nos explica Reed en su e-mail. Dice además que “el papel central es ocupado por un valor que es construido conjuntamente”: los grupos de discusión especializados, o las “smart mobs” de las que habla Howard Rheingold. [Ver Ciberpaís del 28.11.02]

Hay que tomar estas leyes con precaución. El mismo Reed advierte: “La debilidad de mi ley y la de Metcalfe radica en que simplifican un problema complejo hasta reducirlo a una sola dimensión (el valor como función de tamaño y arquitectura)”. Lo esencial, según él, es saber comprender que “las grandes redes pueden ser cualitativamente diferentes a las pequeñas en cuanto a dónde se encuentra su valor económico, de manera que tu sentido intuitivo del valor como usuario independiente, o aquel de una pequeña red corporativa, no representa directamente las redes interconectadas».

Bob Metcalfe

David Reed

Smart mobs

J’enquête, je suis et j’analyse les technologies de l’information et de la communication depuis la préhistoire (1994). Piqué par la curiosité et l’envie de comprendre ce que je sentais important,...