Los datos tienen dos fuerzas de las que no podemos escapar: revelan verdades que esconden nuestro discursos y eso permite, cuando hay bastantes y se pueden analizar a fondo (data analytics), dar cuenta de situaciones complejas en tiempo real, hasta predecir lo que podría suceder y entonces actuar en consecuencia.
Pero comencemos por el sexo.
Un maravilloso artículo- lleno de humor a medias tintas como corresponde a su autor economista- revela «todo lo que siempre ha querido saber sobre el sexo y de lo que no ha dispuesto de datos para preguntar». Publicado por el New York Times el 25 de enero muestra que los hombres afirman haber mantenido 62 relaciones sexuales por año (de los cuáles el 23% con preservativo) mientras que las mujeres admiten que 55 (de las cuales el 16% con preservativos). Si esto fuese cierto, se venderían 2.700 millones de preservativos cuando la realidad es que apenas se venden 600 millones. Es más, los datos revelan que los estadounidenses no tienen más de 30 relaciones sexuales al año.
Según lo previsto, los hombres están obsesionados con el tamaño de su pene. Ellos se darán cuenta, con placer (de otro orden) que se inquietan 170 veces más que sus compañeras, quienes no se preocupan de las dimensiones del de su/s pareja/s. Es más, el 40% habla de «dolor» pareciendo encontrarlo… demasiado grande.
¿Cómo no concluir que los datos nos pueden ser útiles?
Esto es aún más cierto para las ciudades por que revelan lo que la complejidad urbana nos impide ver.
Los ejemplos concretos nos permitirán verlo más claramente.
Barcelona dispone de luminarias inteligentes (en ciertas rutas). Equipadas con LED, pueden bajar la intensidad cuando no pasan personas. También permiten recoger información sobre la cantidad de CO2 o sobre el ruido y proveer de Wifi. Philips habla de un 70% de ahorro en electricidad. Cisco afirma que puede llegar al 80%. Enorme si tenemos en cuenta que el consumo de electricidad de un ayuntamiento puede provenir en un 40% del alumbrado público. Es mejor que apagarlo.
En Estados Unidos, los habitantes de varias grandes ciudades, como San Francisco y Denver, pueden utilizar una aplicación de SpotHero.com para encontrar una plaza donde estacionar su vehículo, reservarla y aparcar. Evitan así el bien conocido «parking stress» y limitan la ocupación inútil de la vía pública.
Tengo una debilidad por FallingFruit.org quien recoge en un mapa interactivo del mundo el mayor número posible de lugares donde encontrar verduras, frutas y otros muchos recursos alimentarios. A finales de enero de 2015, la web afirmó identificar 1122 comestibles diferentes en poco menos de 800.000 puntos. Donde se encuentran árboles frutales en lugar públicos, huertos de agricultura urbana o pequeños rincones secretos donde prosperan las hierbas salvajes.
En todos estos casos se trataba simplemente de recoger los datos para ponerlos, lo más rápidamente posible a disposición de los usuarios.
Un ejemplo magnífico de un nivel más sofisticado viene dado por la reducción de incendios en la ciudad de Nueva York. La modelización de datos sobre las modificaciones ilegales de apartamentos (realizadas sin cumplir las normas de seguridad) y las informaciones de tipo económico (impago de los alquileres o declaración de ejecución hipotecaria por impago) permite al ayuntamiento determinar las situaciones de mayor riesgo para enviar a sus inspectores con urgencia. Esto ha permitido multiplicar la eficacia por cinco.
En el origen de este trabajo encontramos a Michael Flowers, Chief Analytics Officer de la ciudad, para Michael Bloomberg (alcalde desde 2001 a 2013). Extrae de su trabajo varias lecciones útiles. La primera es pasar de la recolección de datos (data collection) a la puesta en relación (data connection). La dificultad es que vienen de diferentes distritos que suelen utilizar distintas formas de clasificarlos. La segunda, es que más allá de la simple agregación, debe migrarse a la «data-driven city», la ciudad guiada por los datos. El otro polo siendo, por supuesto, la ciudad guiada por sus ciudadanos… valiéndose de los datos.
Este artículo ha sido publicado por i.ambiente el 30 de abril del 2015.