A falta de realmente «sentir», los sensores pueden registrar y comunicar variaciones de luz, humedad, temperatura o, entre otros ejemplos, pueden detectar la aparición de grietas en una máquina o en un edificio. El nivel de precisión y la abundancia de los datos recopilados cambian el uso de la informática y la naturaleza de sus relaciones con el mundo real (o análogo como dicen los informáticos).
Berkeley, California – 8.ago.04
Ubicado en el último piso de un edificio del centro de Berkeley, el laboratorio de Intel en esta ciudad universitaria abunda en plantas, agradables y útiles para probar los programas avanzados del equipo. Plantado en la maseta de cada una un sensor registra el grado de humedad y envía los datos a las computadoras de los investigadores. Cada uno es responsable de una planta y cuando la humedad baja «recibe un número creciente de mails para recordarle sus obligaciones,» nos cuenta con sonrisa Wei Hong, uno de los responsables.
El trabajo serio se lleva a cabo a escasos kilómetros en el jardín botánico de la universidad en el cual monitorean las interacciones de los secoyas con su entorno. Gracias a una red de unos cincuenta sensores por árbol consiguieron detectar múltiples micro climas en función de la altura, la orientación o la distancia del follaje con relación al tronco. «La amplitud de las variaciones es verdaderamente asombrosa,»explica Wei Ho.
Cada sensor está montado sobre una mini plataforma informática capaz de registrar las variaciones pertinentes y de transmitirlas por radio. Cada nodo tiene batería y comunica directamente con sus vecinos lo cual permite llevar los datos por «brincos» hasta las computadoras de los investigadores. Para que funcione bien este tipo de red (conocida como «mesh network») debe ser capaz de auto-organizarse, de encontrar sola el mejor camino para transmitir los datos hacia la computadora central, tanto en tiempo normal como en caso de fallas en uno o varios puntos.
El tamaño de estas plataformas enlazadas en red varía hoy entre una caja de cigarrillos y una de cerillos. Dentro de unos años debería caber – con microprocesador, antena, radio, sensor y batería – en la mitad de una tableta de aspirina. Entonces la red será compuesta de «motas» (motes) distribuidas en la naturaleza como «polvo inteligente» (smart dust) según la expresión ahora consagrada propuesta por Kristofer Prister, profesor en Berkeley y fundador de «Dust Network», una start-up dedicada al desarrollo industrial del concepto.
Los proyectos de investigación abarcan la detección de grietas en una construcción en caso de temblor o de terremoto (el Golden Gate Bridge de San Francisco), la salud de las máquinas expuestas a fuertes trepidaciones, o la de los ancianos que viven solos en su casa.
«Una red inalámbrica de 65 sensores nos permitió detectar variaciones sustanciales en una hectárea de viñedo considerada hasta entonces como una sola parcela,» nos explicó Kevin Teixeira, portavoz de Intel. «El monitoreo denso permite una agricultura de precisión y aumenta el valor de la cosecha.» Wei Hong, por su parte, visualiza sin parpadear el día en el cual será posible «sembrar las motas de la red informática a la par de las semillas de las plantas.» La red decidirá cuando regar y cuando echar fertilizantes así como las cantidades requeridas. «Podemos sacar al humano de la ecuación» dice con amplia sonrisa.
En 1997, en uno de los primeros ensayos de fondo sobre el tema, Paul Saffo, del Instituto para el Futuro, había previsto que después de pedir a los sensores que sientan, «inevitablemente, [les] pediremos que respondan a lo que «ven», que manipulen el mundo alrededor de ellos.» Está a punto de darse y estamos a punto de entrar en lo que Teixeira llama la era de «la informática proactiva». «Hoy, las máquinas y el mundo físico están separados,» explica. «Los sensores permiten conectar este último a la red e integrarlo a un entorno informático que abre posibilidades impensables hasta ahora.» Este paso trastoca toda la relación entre el universo digital de las computadoras y el mundo real o análogo. Y mientras más reducida la escala en la cual se dan esas interacciones, más vasto resulta el universo de las posibilidades abiertas.