Lejos de los placeres del multimedia los trabajadores de la información pasan sus días leyendo y escribiendo o tomando notas. Es cierto para el estudiante, el periodista, el empleado, hasta para el ejecutivo que vive de reunión en reunión. La computadora (y sus conexiones) es la pieza clave de este universo, permite escribir y leer largos y serios documentos pero, de manera paradójica no permite tomar notas de manera ágil y eficiente. Tal es el problema que OneNote, la última aplicación creada por Microsoft para Office pretende resolver.
Mountain View, California, 20.oct.03
«El programa ha sido concebido para aquellas personas que toman muchas notas en reuniones o en la escuela,» nos declaró Dan Leach, director del producto, durante una presentación en las dependencias de Microsoft en Silicon Valley.
La metáfora oficial es la de la libreta de apuntes. La real es más bien la del portafolio con sus secciones separadas por uñas, cada una con color diferente.
A diferencia de las limitaciones de Word, el usuario puede tomar sus apuntes en cualquier parte de la ‘página’ para luego reordenarlas. Permite preservar la riqueza caótica y fragmentada de la mente antes de transformarla en un documento tradicional utilizable por cualquiera.
OneNote permite tomar apuntes a mano con un estilete sobre la pantalla y agregar dibujos o bosquejos. La función de búsqueda indexa su contenido y permite encontrarlos de manera casi instantánea. Imágenes y fragmentos de textos (encontrados en la web) pueden ser integrados con un simple arrastrar-y-soltar. Aparecen acompañados por la dirección de la página original. Con un solo clic, el usuario transforma cualquier apunte en email para mandarlo por Outlook o agregarlo a la lista de las cosas por hacer.
Lo más atractivo: se puede grabar a la vez que se toma notas. Cada una de ella tiene un enlace al momento correspondiente en la grabación. En caso de dudas frente a sus garabatos, el estudiante, o el periodista pueden referirse de manera instantánea a lo que realmente se ha dicho.
Buena parte de la campaña publicitaria alrededor de OneNote está orientada a los usuarios de Tablet PC (todavía no muy numerosos). Podría ser un error de mercadeo en la medida en la cual el programa resulta ser extremadamente útil en una PC de oficina para conservar ideas frescas, conversaciones telefónicas o perlas cosechadas en la red. «Mucha gente teclea más rápido de lo que escriben a mano,» reconoció Leach.
OneNote cuesta oficialmente 200 dólares (100 después de una rebaja automática, 50 para los estudiantes). Puede ser probado gratis durante 60 días.
No es el único programa que facilite la toma de apuntes sueltos con una computadora. Podemos señalar, por ejemplo, a DigitalNotes (gratis) elaborado en un contexto universitario por Hajime Tatsukawa y Post-It Notes de 3M (25 dólares máximo). Menos sofisticados salen mucho más barato y, en el caso de Post-It por lo menos, pueden tener virtudes inexistentes en OneNote.
Curiosa paradoja de esta atractiva aplicación, resulta ser mejor integrada con el mundo exterior que consigo misma. Cualquier apunte puede ser arrastrado y soltado en cualquier parte de cualquier documento de Office abierto sin tener que realizar el engorroso cortar-y-pegar. Pero es imposible hacer esto de una sección a otra, de una página a otra de OneNote.
La ausencia de este detalle técnicamente banal (Post-It lo tiene) sorprende. Cuando le mencioné el problema, Dan Leach volvió a su computadora frente a la cual, después de una prueba infructuosa, se quedó perplejo. «No hemos pensado en eso,» comentó. «Nos quedamos con la metáfora de la libreta.» El papel sigue pesando demasiado en nuestras cabezas.
OneNote ilustra a la perfección la relación de aprecio/odio/miedo que muchos tenemos con Microsoft. Sus atractivos aciertos no excluyen debilidades imperdonables para tan poderosa empresa. La calidad de la integración con los demás programas de la misma compañía nos incita a adoptarlo y a dejar otras aplicaciones comparables, lo cual nos facilita la vida pero contribuye a reforzar el monopolio y a reducir peligrosamente la diversidad indispensable a la ecología digital.
