Darwin acaba de cumplir, y celebrar, su segundo aniversario. Ha leído bien. Sin duda, he de precisar que se trata de un ecosistema inclasificable instalado en una antigua caserna, en la ribera derecha del Garona en Burdeos. Uno de los emplazamientos donde cada día se enciende el tipo de inteligencia que se necesita en nuestras ciudades.
La hibridación de este espacio, lo hace formar parte de una categoría a parte. La paleta es ambiciosa, ya que contiene innovación social y empresarial, ecología urbana, arquitectura frugal y bioclimática, raíces territoriales, culturas urbanas y el desarrollo económico.
En materia de cooperación económica, Aurélien Gaucherand, director de la fundación, estima que han demostrado que el emprendimiento conjunto y colaborativo funciona. «La lógica abierta crea desarrollo y lo demostramos apoyándonos en pequeñas estructuras más resilientes, más fuertes». El antiguo cuartel alberga hoy 120 pequeñas empresas que trabajan en conjunto.
La «transición ecológica» que llevan en el corazón, se muestra en el hecho de que funcionan con energía 100% renovable. «Nosotros hemos salido de la nuclear» proclama Jean Marc Gancille, co-fundador e impulsor en esta zona. También se enorgullecen de no «tirar casi nada a la calle» gracias a sus 20 sistemas de reciclaje de residuos.
El tercer gran eje, la alternativa ciudadana, consiste en apoyar múltiples proyectos de asociaciones sin ánimo de lucro, en particular en el ámbito de las culturas urbanas. Su gran orgullo es un skatepark construido, mantenido y utilizado por más de 2500 miembros.
Funcionan incluso mejor cuando trabajan con la comunidad local «en enjambre en lugar de centralizar» precisa Gaucherand. «Es necesario mutualizar, crear vínculos». Problema nuevo: atraen iniciativas que luchan por sobrevivir en sus respectivas zonas y vienen a instalarse a su alrededor. Es la inclemente lógica de las redes.
La relación con las autoridades puede crear fricciones. «Nosotros somos como OVNIs para los actores locales» indica Jean Marc Gancille, «debido a que somos emprendedores innovadores y que reivindicamos una deceleración del crecimiento de los grandes equipamientos emblemáticos». Resultado : «Nunca nos las arreglamos para hacer las cosas con el beneplácito de las autoridades locales». De hecho, no dependen de las subvenciones «lo que no impide solicitar algunas, sobre todo a nivel europeo» precisa Gancille. Quieren generar ingresos sobre una base emprendedora, independiente de los fondos públicos.
«Nosotros no creemos en la ciudad inteligente en el sentido tecnológico del término» me explicó Aurélien Gaucherand. «Creemos en una urbe frugal y sobria, que recupera el conocimiento, basado en el hackeo y la low tech«. Jean Marc ve en el resto «una huida hacia delante mortífera »
Sin embargo se preparan para crear un «digitorio» a modo de laboratorio digital para el territorio donde el objetivo es «utilizar los datos como un medio, como una fuente de eficiencia, como un enriquecimiento de nuestros talleres clásicos de fabricación».
Lo más interesante, es quizá, la convicción de estar instalados (me atrevería a decir) en la temporalidad y en la provisionalidad, en «la adaptación permanente». La referencia a Darwin es clara. Se lo deben al hecho de que la caserna en la que se encuentran fue prestada, antes de ser rehabilitada, por promotores inmobiliarios en un futuro no muy lejano.
Pero es también la gran convicción de Philippe Barre, el emprendedor co-fundador, quien les saca repetidamente fuera de su zona de confort. «Eso nos proporciona grandes espacios de libertad» explica Gaucherand. «Podemos probar muchísimas cosas. No pasa nada si no funcionan. Esto nos invita a re-crear continuamente».
La clave puede ser una cuestión de método, de enfoque, de actitud. Una de las lecciones más bellas, una de las más fáciles de aprender en todo caso (tal vez no de asimilar) es que antes de embarcarse en un nueva tarea, de definir un nuevo proyecto, una nueva misión, nunca lo enmarcan en un pliego de condiciones. Lo inician con el potencial de un «pliego de posibilidades».
Este artículo ha sido publicado por i.ambiente el 25 de marzo del 2015.