La tecnología no es ni buena, ni mala, ni neutra dice el sabio. El GPS (Global Positioning System), que permite saber en donde uno se encuentra gracias a una conexión con satélites militares estadounidenses ofrece una ilustración fehaciente de ello. Concebido para hacer la guerra con mayor precisión, fue puesto a disposición de los civiles para que encuentren su camino. Exploradores, marineros y turistas lo han experimentado con gusto. Pero uno de los usos más comunes, en EEUU por lo menos, es la vigilancia por parte de la policía de delincuentes potenciales o condenados.
San Francisco, California, 3.feb.03
La policía de varios estados usa carros cebos dejados en la calle para atraer a ladrones que se dejan tentar por una oportunidad inesperada. No para ahí. Una agencia de carros de alquiler ya trató de cobrarle a un cliente por exceso de velocidad detectado por el GPS con el cual estaba equipado el carro. Satellites Security Systems, una empresa de San Diego, California, vende su tecnología GlobalGuard a particulares que quieren recuperar su automóvil en caso de robo. También puede servir para seguirle les pasos al cónyuge. «Esperamos que sirva más para asegurar su seguridad que para espiarse mutuamente» dice John Phillips, presidente de la compañía.
Delincuentes bajo vigilancia GPS
Más de la mitad de los Estados de la Unión (por lo menos 27) utilizan el GPS para vigilar delincuentes puestos en libertad y reducir los costos de incarceración. También contribuye, dicen algunos, a sus probabilidades de rehabilitación. El 21 de enero Mark Sterk, Sheriff de Spokane en el estado de Washington declaró que lo podía utilizar con delincuentes menores aun sin autorización del juez. Pam Roach, senadora del mismo estado lo quiere utilizar con los dlincuentes sexuales.
Un sin número de empresas tienen interes en este mercado prometedor en un país cuya población carceral no deja de aumentar mientras el gobierno recorta los impuestos. El dispositivo más común está compuesto de un brazalete de tobillo que el condenado tiene que llevar puesto en todo momento y de una cajita de dos kilos con diversos aparatos electrónicos incluyendo un teléfono celular y un dispositivo GPS que transmite la posición del individuo a un sistema informativo centralizado. Las autoridades pueden seguir sus desplazamientos y hasta poner rejas virtuales en la ciudad. Cuando un pedófilo, por ejemplo, se acerca a una escuela, la alarma suena.
La cajita envía una señal también si el individuo se quita el brazalete. Pero no hay garantía absoluta. En diciembre de 1998, en el estado de Indiana, la alarma sonó cuando Robert Hill se quitó el brazalete. Sin embargo, la lentitud policial le dejó todo el tiempo para ir a casa de Juanita, su ex mujer, y matarla antes de suicidarse.
Big Brother es ahora tecnológicamente posible
Los grupos de defensa de las libertades civiles tienen una posición ambivalente al respecto. Ken Falk, miembro de la American Civil Liberties Union (ACLU) del estado de Indiana pudo declarar a propósito del uso creciente del dispositivo: «Esto no es nada más que tener a un súper oficial que sigua la persona en libertad condicional en cada instante. No es más que un sistema que asegura de manera más eficiente que se cumplen con las ordenes de la corte.»
Pero también quiere decir que un número creciente de ciudadanos está bajo vigilancia constante. El 15 de enero de este año la ACLU publicó un informe intitulado «Monstruo mayor, cadenas menos pesadas: el crecimiento de una sociedad americana de vigilancia.» Lo presenta en los siguientes términos: «Los Americanos tienen que tomar distancia con el tamborileo de las historias diarias sobre privacidad para absorber la visión de conjunto: Estados Unidos está corriendo el riesgo de transformarse en una verdadera sociedad de vigilancia. La visión que Orwell tenía de «Big Brother» es ahora y por primera vez, tecnológicamente posible.»